Que le espero en cada curva
de su cuerpo
o de su cuento de hadas olvidado.
En cada rotonda
donde doblamos la esquina
como esa bala
de la que todos hablan pero,
nadie se atreve a buscar.
Que todos mis demonios
se camuflan en cada poema
con los que saca a relucir la sonrisa.
Y el compás de cada verso
lo baila a cambio
de una de mis lágrimas.
Que la lluvia
no es triste,
si tienes quien se moje contigo
corriendo consciente de que
no quieres llegar a ninguna parte
o te enseñe a desafíar
al reflejo de los charcos.
Que en el diccionario
he encontrado la palabra promesa
sin nunguna definición.
Consumida,
tras cada intento fallido
de cumplir con lo que se suelta
tan fácilmente
como se escupe al suelo.
Que tengo los labios
más dormidos que nunca
de tanto esperar
contando estrellas,
a que apareciese a bajarme alguna.
Que la madrugada
por una vez
ha apagado el despertador
y ha rezado
por esos putos cinco minutos de más,
confesando que odia madrugar.
Aunque ya le haya contado
lo jodidamente amargos
que saben
cuando no tienes un abrazo
que ponerte
cuando decidas levantarte
a enfrentar el frío de la rutina.